lunes, 2 de junio de 2008

Cañaveral a hombros en tarde de desatinos.




Al finalizar el espectáculo de rejones la sensación de tedio era generalizada. Nunca los segundos platos fueron buenos y en esta ocasión se cumplió el dicho. La empresa sin anuncio alguno y por su cuenta cambió la ganadería y además el rejoneador luso Paulo Jorge Santos no asistió a la cita, entrando en sustitución el joven Nelson Lima, caballero que tuvo una actuación irregular en su lote.
Con una cómoda media entrada en tarde bochornosa se lidiaron novillos de Pilar Población, justos de presencia, con movilidad y buenos en líneas generales.
El luso Batista Duarte estuvo toda la tarde fuera de sitio, poco certero con los aceros y dejando ver sus carencias; en su primero recibió pitos y silencio en su segundo tras la cornada que sufrió el caballo castaño Sultán; cornada de dos a tres centímetros que fue atendida por los servicios veterinarios.
José Luis Cañaveral mostró con Caramelo su particular tauromaquia tremendista clavando solo rehiletes a una mano con poca reunión y acierto. Saludó en su primero y recibió dos benévolas orejas en su segundo.
El portugués Nelson Lima toreó aceptablemente al tercero de la tarde colocando sendos pares de banderillas que fueron lo mejor de la tediosa tarde, mató descordando al novillo y se le premió con un apéndice. En el sexto tuvo palmas de despedida.
Festejo de escaso interés con desatinos empresariales que esperamos sean solventados en años venideros.

Entre detalles y azabache.







La historia de una plaza de toros se marca con el que hacer de sus gentes; y si una plaza tiene historia es ni más ni menos porque en ella sobresale el aficionado que entiende, comprende lo que ve y respeta lo que allí se hace.


Hoy se ha escrito una página más, de la larga trayectoria del coso taurino zalameño; Cándido Caro tras presidir de manera dignísima durante más de veinticinco años le cedía el testigo a Domingo Castilla, consabido aficionado que tomaba el relevo con el peso propio de la solera y responsabilidad que este conlleva. Junto a él, la asesoría artística corría a cargo de Adolfo Lozano, presidente de la peña y creador e impulsor de esta nueva era taurina zalameña; ya era hora que nadie viniese de fuera a asesorar de toros a nuestro pueblo, que una vez más ha demostrado que sabe y mucho de nuestra singular fiesta.Con aproximadamente tres cuartos de aforo se lidio un encierro de la ganadería de Castillejo de Huebra, sustituía a última hora y como ya por desgracia ha ocurrido en repetidas ocasiones, al anunciado; de correcta presentación, cuajado en carnes, bajos y con la cabeza propia del encaste.En la lidia sacaron poco fondo y mansearon en líneas generales resultando más potables los corridos en primer y quinto lugar.El primer espada, el matador de toros sevillano Juan M. Benítez no vio ni quiso ver al primer toro de la tarde que se desplazaba por el pitón derecho y acometía con más dificultad por el izquierdo. Al son del pasodoble bailó por el albero ganándole pasos y mostrando desconfianza no llegando a asentar definitivamente las zapatillas. En la suerte suprema con varios intentos y cinco golpes de cruceta recibió un aviso y el silencio de la decepción al arrastrarse de un toro que no se le hizo la faena que tenía.
Salvador Vega torero de gusto, recibió a su primero con más voluntad que acierto.El tercio de varas, como es habitual fue un mero trámite y se llego a una certera colocación de banderillas para que posteriormente con la montera en mano brindase al tendido.De perla y plata como su traje comenzó la faena con un trasteo por bajo llevándolo a los medios y haciendo sonar las palmas de los que les gustan las cosas bien hechas.Con la derecha consiguió los pasajes más lucidos, alternando con pase de las flores que hacía que poco a poco el malagueño dejase el toreo al hilo del pitón para llegar a embraguetarse. Al natural lo intentó, ante un toro que protestaba y aun así, él no llegó a cruzarse. Con la de verdad sacó a relucir sus carencias y con dos pinchazos y estocada desprendida paseó una oreja junto con una mata de romero; aroma de toreo artista no refrendado por la espada.
El sabor dulce de lo acontecido el año pasado quedaba en la memoria de los buenos aficionados que querían volver a ver a Eduardo Gallo y lo consiguieron.Con un precioso traje tabaco y oro, el joven diestro toreó a la verónica a pies juntos al toro “tapadillo”, el de más arboladura de la corrida.La fiesta está hecha de detalles y es aquí donde vivimos uno de los mejores momentos de la tarde tras una extraordinaria actuación de la cuadrilla de Gallo tanto en la brega como en banderillas; teniendo los subalternos Álvaro Oliver y Javier Guarato que desmonterarse. Sonó el pasodoble para un vibrante comienzo de faena con la derecha. Comenzó templado lo que presagiábamos como faena grande pero pronto se rajó el astado y tuvo el matador que enjaretar el buen inicio de faena con pases a favor de querencias y un arrimón voluntarioso; una lástima que el toro no aguantase las exigencias del diestro, que rodillas en tierra animó con elegantísima pinturería al respetable. Mató de pinchazo y media que le valió para una oreja; con la que tal vez, se quiso premiar ese inicio de faena que se quedó en un suspiro. Cabe destacar el detalle de la vuelta al ruedo al son de Zalamea la Real, vueltas que fueron todas magistralmente acompañadas por los sones de la banda de música.La cara y la cruz se miden en la fiesta; al cuarto toro el torero de Dos Hermanas le negó toda confianza en el capote y cogió la muleta entre el desconcierto y la temerosidad ante un manso a la defensiba que no mostró con la zurda; de forma nefasta consiguió acabar con la vida del animal tras muchos intentos.Su alivio ante la cara de su oponente enfadó de forma considerable al público que le propino una gran bronca, ya que entendió que debía haber probado al natural. La presidencia atenta a lo que acontecía en el ruedo se le olvidó mirar el reloj y Benítez se quedó sin al menos un aviso. Bronca sonora a este torero que protagonizó lo más negativo de la tarde dejando señas de negro azabache, como su traje, en su paso por nuestro coso.El quinto dejo a Salvador Vega lucirse con el saludo capotero rematando con garbosa revolera; gran momento el que protagonizó "Curruco de Algeciras" cuando cerró al toro a una mano, para que posteriormente su matador lo sacara a los medios con un bello trasteo.La muleta planchada y buena colocación fue la tónica general del toreo de Vega con la derecha, consiguiendo trazos de calidad y gusto; mostrándose más aseado al natural ante las feas arrancadas del animal. Finalizó con la diestra con un toro a menos y tras tirarse a matar de manera decidida colocó una buena estocada con la que se le concedió dos apéndices; toreo de gusto donde consiguió salir siempre airoso de la cara del toro.Al que cerró plaza, un toro inválido que nadie vio, Gallo lo dejo muy crudo en el caballo y una vez con la franela realizó la faena más técnica de la tarde. Midió, paró y llevó siempre a media altura a un toro al que le marco los tiempos. Consiguió sacarle trazos de gran profundidad y con la plasticidad característica se basó en el pitón izquierdo con su toreo vertical y no estando certero con la espada se le premió con una oreja; grandiosa faena no de exigencias, sino de concesiones dada las condiciones del animal.
Al finalizar el festejo Salvador Vega y Eduardo Gallo salieron a hombros, dejando junto con sus cuadrillas el sabor de una tarde de detalles, donde predominó el tan olvidado tercio de banderillas y como no, el color negro azabache de la actuación del diestro Juan Manuel Benítez.